En el contexto de la sociedad del conocimiento, la
información circula a una velocidad acelerada, a través de medios y formatos
antiguos y nuevos. Los desarrollos de la Web 2.0 han replanteado el rol del
usuario, quien puede ser a su vez creador de información, diluyéndose y
complejizándose la frontera entre autor y usuario. En esta misma línea, hay
quienes crean conocimiento en una concepción de libre acceso a este, lo cual ha
provocado tanto la crisis de antiguos negocios como la oportunidad para
reinventarse. Se trata de una realidad compleja para la educación, donde la web
no es la panacea, pero tampoco algo nociva en sí misma (Sancho 2008).
En el ámbito escolar, existe cierto consenso de que
los niños y jóvenes están más cercanos a estas nuevas lógicas de creación y
apropiación del conocimiento, pero cuando se trata de abordar su
aprovechamiento en el aula para mejorar los aprendizajes, las opiniones están
divididas, bien sea porque se cree que aún se está en un nivel incipiente o porque
se piense en sus efectos nefastos para la escuela (“distractores del
aprendizaje”) (Piscitelli 2010).
En
el principio era el verbo
En la implementación de las TIC en la educación,
influye mucho el ámbito de las concepciones previas en torno a las tecnologías
y su eficacia. Al respecto, Pedró (2011) identifica dos posturas extremas: la
del evangelismo tecnológico y la del pesimismo pedagógico. Ambas posturas son
poco útiles para la ejecución de las experiencias con las TIC, bien sea porque
no se cuestionan los supuestos e implicaciones, o debido a que todo lo que
ocurre solo confirma su negativismo en torno a las nuevas tecnologías.
Por su parte, Litwin (2008) da cuenta de todo un recorrido
histórico al respecto y nos recuerda que “cualquiera sea el dispositivo o ayuda
elegida, esta se articula con los propósitos en los que la acción se inscribe,
la concepción del sujeto de aprendizaje y la modalidad de enseñanza en la que
se inserte” (Litwin 2008: 141). Por ello, conviene siempre ubicar desde el
inicio la reflexión sobre la finalidad del uso de las tecnologías en la
educación y explicitar la articulación de los niveles ontológico,
epistemológico y metodológico de la acción educativa en que se enmarcan (Sagastizábal
2006).
Esto supone plantearnos y respondernos preguntas como: ¿Cuál es mi
concepción sobre el proceso de E-A? ¿Qué considero más pertinente para que los
estudiantes aprendan? ¿Qué posibilidades
les doy a las nuevas tecnologías para el proceso de E-A? ¿Cómo me veo como
docente de cara a las tecnologías? ¿Hasta dónde estoy dispuesto a conocer,
experimentar, crear y compartir con las tecnologías? Definitivamente, no hay
respuestas únicas ni cerradas.
Lo anterior tiene implicaciones concretas al momento
de implementar experiencias tecnológicas en educación: nos devuelve a la
pregunta inicial sobre la finalidad y le agrega la cuestión de la eficacia. Es
bien sabido que en la escuela, lo que más suele ocurrir es la adaptación de la
tecnología a las prácticas pedagógicas existentes, antes que lo contrario. Por
ello, como plantea Pedró (2011) desde una perspectiva de posibilismo realista, es
necesario identificar lo que funciona bien a fin de definir lo que se podría
hacer mejor, porque una innovación que tiene un efecto disruptivo en la
escuela, está condenada al fracaso a la luz de la literatura educativa (Fullan
y Stiegelbauer 1997).
Buscando un norte: las competencias digitales docentes
En el contexto actual de una sociedad cada vez más
compleja, se requiere que estudiantes y docentes utilicen la tecnología digital
con eficacia, pues esta puede ayudar a los estudiantes a adquirir las capacidades
necesarias para llegar a ser competentes en el uso de las tecnologías de la
información, en la gestión de la información, en la solución creativa de los
problemas, así como en la circulación del conocimiento. Se trata, finalmente,
de ayudarles a ser ciudadanos informados, responsables y capaces de contribuir
a la sociedad (Unesco 2008). Como se
puede ver, las competencias digitales encierran un potencial amplio para los
estudiantes y vuelven a conectar la educación con la sociedad y las
competencias ciudadanas. En esta tarea, los docentes están llamados a cumplir
un rol clave, pues son quienes pueden ayudar a los estudiantes a adquirir esas
capacidades. Por ello, el desarrollo de las competencias digitales no escapa al
ámbito de formación de los docentes.
Una propuesta de ABP
Con estas ideas nos adentramos a experimentar con las TIC en un contexto didáctico de ABP, apoyados en el aprendizaje colaborativo. Fue un trabajo arduo de tres sesiones, 9 horas presenciales y otro tiempo virtual, aprendiendo, equivocándonos, corrigiendo, tomando atajos, para finalmente culminar una experiencia de aprendizaje distinta. Fuimos domesticando este espacio.
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Docentes del PRONAFCAP en sesión TIC |
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Se aprende de forma colaborativa para lograr metas comunes |
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La estrategia empleada partió de una situación problema a resolver mediante el ABP |
Estos videos que se encuentran en youtube documentan algo de la dinámica de nuestro trabajo.